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El Baile de los Incestos

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Organicé un Reality Show para ver quien era el más glamoroso follando. Aparentemente todos eran desconocidos y se emparejaban por sorteo. Lo que no sabían es que el sorteo estaba amañado y en los emparejamientos todos saldrían madre-hijo.

Soy Pancho Alabardero vivo en Madrid y soy un alto ejecutivo de una empresa de reconocido prestigio y de gran éxito tanto económico como de innovación. Hace poco culminé un excelente negocio en oriente medio y como regalo me ofrecieron diez coches Mercedes de la clase A. No sé qué habrían hecho ustedes en mi caso con los Mercedes, pero si conocen mis debilidades por el sexo en familia, pues posiblemente habrían ideado algo parecido a lo que les voy a relatar.

Me sumergí en foros de Internet y propuse un juego que de seguro muchos aceptarían. Propuse juntar a cinco chicos jóvenes y a cinco mujeres maduras, todos desconocidos entre si, en una casa rural en las cercanías de Madrid para pasar el fin de semana follando. Todos los gastos estarían cubiertos y los que lo hicieran con glamour y pasión conseguirían un coche Mercedes de la clase A.

Como pueden suponer ante tal reclamo, la lista de voluntarios fue interminable, pero había que seleccionar y para eso puse a dos personas de mi total confianza, mi secretaria preferida Doña Lola y su amiga Marita, ambas muy reprimidas y muy putonas. La cosa no era fácil, porque había que conseguir cinco invitados y además contactar con sus madres y proponerles que aceptaran participar en un Reality Show, muy discreto y secreto, para follar con chicos jóvenes.

A mi la selección se me hacía muy difícil. Me parecía fácil conseguir chicos, pero se me antojaba que sería muy difícil que coincidiera que sus madres aceptaran participar en semejante encuentro, pero no fue así tal como me informaban mis secretarias. Comenzaron con los chicos, les hacían una ficha con datos generales y seleccionaron los candidatos que quizás sus madres, por su situación y por su carácter, podrían ser candidatas en participar.

Me van a perdonar que incida en los pormenores de la selección, pero es fundamental para que puedan entender y disfrutar del relato.

Una vez hecha la ficha a una serie de candidatos, se centraron en sus madres, las llamaron por teléfono y mantuvieron una entrevista personal con aquellas que aceptaron. La entrevista era en un salita de un lujoso hotel de Madrid y la propuesta era inicialmente para participar en una encuesta sociológica.

Por supuesto las madres no tenían ni idea de que sus hijos eran candidatos para el Reality Show, de modo que llegaron a la entrevista sin perjuicios y sin saber de qué iba el asunto. Yo soy de los que opinan que para conseguir una cosa, lo primero es empezar dando, y nada más sentarse en la mesa con Doña Lola, ella les regalaba un magnífico reloj en un magnífico estuche, todo de marca y todo fashion como agradecimiento por su participación.

Les decía que la cosa era para un estudio de una empresa y se trataba de conocer los gustos sexuales de las mujeres maduras, y les preguntaba si querían participar en la encuesta, informándolas de que las que aceptaran participar en la encuesta al final obtendrían además del regalo ofrecido inicialmente un teléfono móvil de última generación, aunque la condición es que respondieran con total sinceridad.

Como pueden suponer, casi todas las convocadas aceptaron. Total por contar en una encuesta anónima sus gustos sexuales. Y así, de esa manera fue como mis secretarias y yo seleccionamos a un puñado de madres que podríamos citar para una segunda entrevista y directamente proponerles que participaran en el Reality Show. A todo esto, también contactamos con los hijos de las elegidas para informarles de que habían sido seleccionados y ofrecerles como regalo por la selección también un teléfono móvil de ultima generación, aunque no el mismo modelo de su madre.

Ya con las elegidas se les informó que la empresa en cuestión estaba preparando un encuentro entre mujeres maduras y chicos jóvenes, todos desconocidos entre si, para pasar un fin de semana manteniendo relaciones con uno de ellos, elegido por sorteo, y que el premio por participar era el Mercedes de clase A. Obviamente también en esta ocasión, sólo por presentarse a la cita, obtuvieron un regalo muy especial: Una caja de preservativos de colores y un frasco de perfume, aquel que se ponía Marilyn Monroe para acostarse.

Puedo decirles que la aceptación fue aproximadamente una de cada dos participantes y curiosamente, el regalo que se les ofrecía por participar, el Mercedes de clase A, era lo que menos las motivaba, lo que más era participar como protagonista en un Reality Show.

Y así, con la selección hecha, citamos un fin de semana a cinco chicos y a sus madres. Por supuesto ninguno conocía a priori la participación del otro y lo más penoso de esta gestión fue descartar a los pre seleccionados, que sufrieron un disgusto, tanto ellos como ellas, quizás ellas más porque ya habían dado un paso comprometido para ellas y el descarte las afectó, aunque las premiamos suficientemente y citamos a dos parejas como reservas por si a la hora de ver que tenían que follar madre-hijo alguna pareja se echaba para atrás.

Y por fin llegó el encuentro. La cita en una casa rural cerca de Madrid, en la zona de La Mancha, de esas que alquilas al completo. La casa estaba situada a unos cien kilómetros de Madrid, en medio de una finca de olivares. Mis secretarias y yo quedamos citados con la propietaria a las tres de la tarde de un viernes para que nos entregase la casa, y los invitados llegarían: las señoras en el tren de alta velocidad Madrid Toledo a las cinco y algo y desde la estación serian trasladadas por un chofer con una limusina hasta la casa-hotel y los chicos dos horas más tarde y la misma logística.

La casa disponía de cuatro habitaciones, todas independientes anejas a la casa, y un inmenso salón con dos cuartos de baño y una barra bar, así como una salita de juegos. A ninguno se les asignó habitación, se juntaron todos en el salón de la casa y ahí llegaron los primeros sustos. A todos se les había informado que la experiencia sólo sería válida si los encuentros sexuales se producían entre desconocidos, de modo que, si se identificaban como madre-hijo por supuesto sabían que serian descartados y ocurrió, nada más verse en el salón se me acerca una señora y me dice que tiene que hablar conmigo a solas.

Por supuesto lo que tenía que decirme era que abandonaba pero que no dijese nada de los motivos y así lo hice. El chofer la recogió y le propuso hospedarla en un hotel cercano, pero rechazó el ofrecimiento y la dejó en la estación de vuelta a Madrid. Su hijo en cambio se quedó y no dijo ni esta boca es mía.

Antes del sorteo de emparejamientos, salimos a una antigua cuadra que hacía las veces de cochera y les enseñamos los diez Mercedes de la clase A, incluso les dijimos que podían elegir color y que ya se les asignaría provisionalmente por si conseguían pasar las pruebas. Esa era la zanahoria, porque todos, chicos y madres se metieron en los Mercedes y cada uno fue eligiendo el que más les gustaba.

Una vez seleccionado el premio quedaba el emparejamiento que se haría por sorteo lo que era conocido por todos ellos. Por supuesto todos se habían visto en el salón nada más llegar los chicos, y todos, salvo la señora que pidió salir, se callaron y no comunicaron su relación filial. Supongo que todos estarían diciendo: Bueno será muy difícil que me toque con mi madre y lo mismo supongo dirían las madres, pero las sorpresas estaban por llegar, porque asignamos un número a cada señora y dijimos a cada chico que fueran pasando para sacar un número de una urna.

Por supuesto la urna estaba truncada y según se acercaba un chico para sacar su número mi secretaria seleccionaba el número de su madre y todos los papelitos que salían a la urna tenían el número de su madre. Las reacciones del sorteo pudieron ser truculentas, pero nadie las exteriorizó lo suficiente para identificarse, porque estaba claro, el premio ya lo tenían seleccionado y nadie quería perderlo, todos estaban ilusionados con llevarse su Mercedes a casa, pero deben tener en cuenta que los que continuaran a partir de ese momento lo hacían con total conocimiento de causa: tendrían que pasar el fin de semana follando con su madre.

Ninguno, ni hijo ni madre se echo para atrás, todos continuaron. Al que se había quedado de non le dijimos que como había una señora de menos que vendría una sustituta y que sería su compañera, por lo que trajimos una señora de las que estaban en reserva y así se emparejó.

Hasta el momento aún no había sucedido nada. Todos estaban emparejados, madre-hijo pero el baile aún no había empezado. Lo primero que hicimos fue preparar una cena, que fue bastante divertida aunque un tanto tensa por lo que se les venia encima y nada más acabar la cena, algunos ya un tanto desinhibidos por la bebida, empezaron los primeros escarceos.

A las parejas las vamos a identificar como Alfa, Beta Gamma, Delta. A la quinta la vamos a obviar a partir de este momento porque no guarda relación con la experiencia llevada a cabo.

La pareja Alfa la formaban una madre realmente bajita, apenas poco más de 1,50 y su hijo francamente alto, quizás más de 1.80. Ella como digo rechoncha, de voluminosas tetas, de generoso culo y de cara inexpresiva, como ausente, pero recuerdo que cuando se metió dentro del Mercedes lo acariciaba como diciéndose a sí misma: me lo voy a llevar aunque tenga que follar con mi hijo. Su hijo delgado, muy expresivo y muy decidido. Yo creo que el también se decía: A quién me tengo que follar para llevármelo.

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La pareja Beta totalmente diferentes, muy puestos, muy elegantes, muy desenvueltos. Yo creo que si al inicio y una vez visto que participaban madre e hijo, les hubiéramos dejado elegir libremente, me parece que habrían elegido emparejarse entre ellos. Se les veía con auténticas ganas de follarse.

La pareja Gamma estaban aterrorizados. No hablaban entre ellos, no se cruzaban las miradas, ya les digo aterrorizados. Ella era flacucha y el hijo también, con gafitas y muy acomplejado aparentemente. Todas las parejas tenían más o menos la misma edad, ellas cuarenta y tantos y ellos veinte y pocos, pero estos aparentaban realmente menos edad. Yo creo que iban a ser los primeros en abandonar, porque no me hacía yo la idea de que fueran capaces de follarse.

La pareja Delta eran un par de pasotas, bastos y mal hablados. Ya desde el inicio de emparejarse, el hijo le llamaba a su pareja, a su madre, "vieja", de modo que los veía decididos. Eran la pareja que físicamente estaban de mejor ver. La Señora Delta realmente guapa, buena hembra, con buen culo y mejores tetas. El señor Delta tenía el cuerpo atlético y un tanto marcado por los tatuajes. Eran muy decididos hablando pero veríamos como se portaban follando.

Apenas acabada la cena les dije las condiciones: Esta noche sexo con penetración entre las parejas, al día siguiente después de comer, al mediodía, sexo oral y después de esa prueba barra libre, cada uno podría hacer lo que quisiera y el otro le permitiera.

Los primeros escarceos fueron un tanto tensos porque todos se miraban pero ninguno empezaba. Quizás las primeras incursiones las protagonizaron la pareja Delta, aunque muy ligeras, unos toqueteos de tetas, algún morreo y mirar a un lado y a otro para ver lo que hacían los demás.

En teoría mis secretarias y yo éramos sicólogos y estábamos como espectadores para tomar notas y apuntes, pero tanto Doña Lola como Marita estaban lo suficientemente desinhibidas para meterse mano entre ellas y animar a las parejas a profundizar. Cuando los chicos vieron que Marita le arrancaba las bragas a mordiscos a Doña Lola, se lanzaron sobre sus madres y comenzó el "baile de los incestos".

El señor Alfa le subió las faldas a su madre y de un tirón le quitó las bragas. La señora Beta llevaba pantalones y se despojó de ellos sinuosamente, como recreándose en cada botón que se desabrochaba. Los señores Delta se lanzaron el uno sobre el otro y se desnudaron sin muchas contemplaciones. Los Gamma seguían como paralizados, mirando a un lado y a otro sin hacer nada.

El primero en clavársela a su madre fue Alfa. Realmente este chico era todo decisión y la rechoncha de su madre le hacía las cosas fáciles. Los Beta seguían moneando, pero apenas progresaban en los desnudos. Los Delta, visto la decisión de los Alfa, reaccionaron y la señora Delta se abrió de piernas y el señor Delta se tumbó encima de ella desnudo, pero nos pareció que aún no se la metía. Los Gamma seguían presos del pánico escénico, sin moverse, sin decirse nada y mirando a unos y a otros.

Los Beta por fin empezaron a manosearse ya medio desnudos. El chico le mordía los pezones a su madre y ella le acariciaba el culo, pero todo muy superficial. Los Delta medio simulaban un mete saca, pero sin penetración. Los Gamma por fin se miraron entre ellos. Los Alfa follaban, la madre meneaba el culo cosa mala y el hijo se la metía con decisión.

En esto la señora Gamma se medio incorpora y tuve la impresión de que en ese momento iba a abandonar, pero me fijé que el hijo no la seguía, permanecía sentado y por primera vez me fijé que miraba a su madre como interrogándola, como diciéndola: "pero qué haces". El caso es que nuevamente la señora Gamma se aposenta delante de su hijo y toma la iniciativa de quitarse la blusa y despojarse de su falda. Se quedó en ropa interior y realmente vestía prendas muy sensuales, lencería en negro con detalles en rojo.

Su hijo al ver a su madre medio desnuda, se apresuró y en un plis plas se quedó totalmente desnudo y comenzó a despojar a su madre del sujetador y de la braga. Al ver a su madre totalmente desnuda el chico se quedó extasiado. Bueno el chico y los presentes, porque la flacucha tenía el chocho con una pelambrera que excitaba sólo de mirarla y unas tetas empinadas que estaban diciendo: tócame, tócame.

Y claro, el chico le toco las tetas a la madre y naturalmente le metió mano al chocho cubierto de pelambrera. La madre seguía aterrorizada, pero se dejaba hacer y el chico fue ganando confianza y hacía. Primero le metió una buena sobada a las tetas de la madre, después le metió el dedo en el chumino de la madre, por fin la tumbó en el suelo, se subió encima de ella, le abrió las piernas y se la metió.

La señora Gamma al sentirse penetrada por su hijo debió sentir que había entrado en la Tierra del Paraíso y decidió vivir el momento intensamente, porque se puso encima de su hijo y a horcajadas se lo montó como una posesa. Brincaba encima de él y él estaba siendo zarandeado como una pluma en medio de un vendaval. La señora Gamma se estaba follando a su hijo en medio de un recital erótico. Cómeme el chocho, cómemelo, cómemelo, cómemelo…

A todo esto los Alfa ya se habían corrido, los Beta ya estaban follando y los Delta estaban a punto de metérsela. El hijo larguirucho le había metido un polvo a la retaquilla de su madre de puta madre y ahora le sobaba el culo con auténtica lujuria. Los Beta follaban, raro, pero follaban. Parecía que follaban para la galería, para que los filmasen, como si estuvieran protagonizando una película, realmente se notaban muy apáticos, pero follaban, eso si.

Los que no acababan de entrar eran los Delta, mucho hablar, mucho desparpajo, pero de follar nada de nada, parecía que sí, pero era que no. Por fin los Beta se corren y rápidamente a eyacular sobre el vientre de su madre. Lo que les decía, solo follaban para la galería.

Los que decididamente no follaban eran los Delta, porque en medio de gritos y aullidos la señora Gamma se estaba corriendo y según se fue serenando todas las miradas se volvieron sobre los Delta, que aún a estas alturas no se la había metido a su madre. Ellos al darse cuenta que eran el blanco de todas las miradas, no les quedó más remedio que aplicarse y por fin le abrió las piernas a su madre y con la polla un tanto flácida se la metió. Todos aplaudimos la faena pero aún quedaba rematarla, pero se ve que una vez traspasada la barrera que inicialmente parecía infranqueable, la cosa funcionó mucho mejor y terminó echándola un polvo aceptable.

Por fin todos se habían follado a sus madres y realmente madres e hijos se sentían más que satisfechos, incluso diría que exultantes y en ese momento comenzó a sonar una música lenta y melodiosa y todos lentamente se abrazaron entre si y comenzaron a bailar. Era el "Baile de los Incestos", acababan de probar el dulce encanto del incesto y se sentían cómplices y dichosos. Nadie pensaba en el premio que iban a obtener, el premio ya lo habían obtenido. Se habían follado a sus madres y las madres habían sido montadas por sus hijos. No cabría mayor premio, pero el baile aún no había acabado.

Al día siguiente tocaba sexo oral. Después de comer se la tenían que comer, la madre la polla del hijo y el hijo mamarse el chumino de la madre. El primero que se tiró a por el chumino de su madre fue el señor Gamma. No me extraña, con esa pelambrera de la señora Gamma quien no desearía lanzarse a hacerle una mamada. El siguiente fue el larguirucho señor Alfa, que le cogió el culo de su madre y le hizo el beso negro. Realmente no era lo acordado, pero con un culo como el de su madre quién se iba a resistir. Los Beta tampoco perdieron el tiempo, eso sí, exhibiéndose, que se viera como se lo comían, pero los Delta como siempre, no arrancaban, tanto que la Señora Gamma, una vez que terminó de exhalar su último aullido de placer, le cogió la polla al señor Delta, se la metió en su boca y se la pasó a la señora Delta que terminó a duras penas la faena.

Cuando se marchaban, cada uno con su premio, es decir con el dulce encanto del incesto en la memoria, además claro del Mercedes de Clase A, el hijo de la madre que rehusó quedarse y del cual no les conté absolutamente nada, me sorprendió, me hizo un aparte y me dijo: Lamento mucho que mi madre no haya aceptado quedarse, cuando llegue a casa, que los dos vivimos juntos, le pediré explicaciones del por qué no me acompañó en esta experiencia.

A esas alturas todos sabían que todos habían cometido incesto. Todos sabían que todos se lo habían montado con sus madres y realmente me sorprendió lo apenado que estaba este chico de no poder haber culminado la experiencia como los demás y le hice una última propuesta:

-Si me lo cuentas, tu madre también se ganará un Mercedes-

-Te lo contaré, pero para mi el premio no es el Mercedes, para mi el premio será que mi madre me acompañe en esta experiencia-

Y eso es lo que hizo: contármelo.

Cuando llegó a su casa le dijo a su madre que había ganado un Mercedes de Clase A. La Madre le felicitó y le preguntó con quién se lo había montado.

-Pues como tú me fallaste, me pusieron una sustituta, aunque no fue lo mismo. Todos follaron con sus madres y todos se marcharon muy satisfechos, todos menos yo-

-Lo siento- le dijo la madre realmente arrepentida –nada más salir de la casa me sentí culpable de haberte dejado solo. No supe reaccionar adecuadamente, si pudiera enmendaría mi error-

-Si, si que puedes enmendarlo-

Ella no dijo nada, se desnudó y enmendó su error.